domingo, 12 de febrero de 2017

Melancolía

Por un tiempo estuve huyendo, en ocasiones pretendiendo estar ciega cuando te tenía, no porque te odiara (porque en el fondo, tú y yo sabemos que no es así), ni porque aún estoy molesta contigo (aunque aún lo estoy, definitivamente). Sino porque no quería tener que saludarte y enfrentar la realidad; que la amistad que teníamos (asumiendo que alguna vez fue genuina) no era para siempre. Tener que aceptar que los abrazos, las risas, las fotos, las miradas que comunicaban en qué pensaba el otro, los recuerdos... todo ha desaparecido.

No quería, y no quiero aceptar que después de todo lo que habíamos pasado juntos, al saludarte, en vez de hablar con un amigo, estaba conversando con un extraño, alguien totalmente ajeno a la persona que había conocido como la palma de mi mano.

Así que lo admito, sí estaba huyendo de ti, mi gran amigo. Pero ya ves, no por la razones que crees sino otras muy distintas. Me quería ahorrar la incomodidad, y la melancolía que le seguiría después.

Porque sé que sólo puedes huirle a las cosas por cierto tiempo, antes de tener que afrontarlas, pero hubiese preferido seguir pensando que nuestra amistad era salvable de algún modo antes de darme cuenta de que la verdad, la única cosa que teníamos en común era nuestro constante sentimiento de soledad. Y como eso era lo único que nos unía, cuando encontraste la manera de no sentirte sólo, te diste cuenta de que no me necesitabas más.

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